Tal vez tener una infancia con un padre preso por razones políticas durante la Guerra Civil  Española y una madre joven y amorosa, con escasos recursos ,que con un lápiz y un papel les pintaba las muñecas  que no les podía comprar, llevó a mis hermanas a convertir a las muñecas recortables (mariquitas,como les decían en España) en uno de sus juguetes preferidos. 

Cuando en Venezuela, tuve la edad suficiente para compartir con ellas este juego, también se convirtió en uno de mis favoritos. Lo mismo ocurrió con mis sobrinas y mi hija. 
Hoy le pregunté a esta última si aún conservaba algunas y me mostró las que estoy enviando, . Por cierto me dijo: "Mamá, son algo que siempre he querido conservar".

Irene


Os presento a mi muñeca María. La recibí como regalo de Navidad.
Fue el primer juguete que recibí.
Esta era una muñeca muy especial pues tenía un pequeño disco que decía "Me llamo Maria. Cinco letras tienes. La M, la A, la R.. la I y la A. Maria  ¿Quieres que te lo repita otra vez?
Así que asocio esta muñeca con la canción y a mi infancia. 

Ya no tiene su vestido original. Ahora tiene un vestido que mi abuela me hizo. Mi abuela hace mucho tiempo que se murió. Así que tiene un gran valor sentimental para mí. Es de los pocos juguetes que conservo. 
Ahora tengo casi 50 años y dos hijos. Así que la muñeca tiene 42 años.

Concepción



No dispongo de ninguna foto del juguete de mi historia. He tenido que buscar una en la red. Ni siquiera estoy segura de que el modelo con el que yo jugaba fuese este exactamente. Se han hecho tantas versiones! Tantas generaciones lo hemos disfrutado! Pero si no lo era, se le parece mucho.
Es un juguete que yo nunca tuve. No recuerdo haber tenido esa relación especial con ninguno de los que tenía en casa. La verdad es que tuve una infancia afortunada. La inmensa mayoría de mis días libres estaba fuera de la casa en la que vivía, en la ciudad, y mis juguetes favoritos quedaban haciendo guardia a que llegara el lunes, y con él el colegio y el ritmo de los días de escuela. Los recuerdos de mis juegos están llenos de carreras por la playa, piruetas en el agua, escondites oscuros en las noches de verano y un sinfín de distracciones para las que no necesitábamos demasiados accesorios, junto a la eterna súplica cada vez que me llamaban para comer, cenar o dormir: “cinco minutos más, mamá, por favor”. Pero cuando llegaban los días de lluvia o mal tiempo, tocaba resguardarse.

La mayoría de esos días los pasaba en compañía de mi mejor amiga de infancia, y uno de nuestras actividades favoritas era jugar con su fuerte vaquero, las docenas de indios y vaqueros que lo merodeaban y los aún más numerosos caballos que incluía su colección.
Pocas veces había batallas en nuestro juego. Lo que sí había a menudo eran manadas de caballos salvajes que campaban a sus anchas, lejos de las personitas que hacíamos cobrar vida en todo lo ancho del salón.

Durante muchos años no he sabido cuál fue el final de ese fuerte. Los años de juegos terminaron, crecimos, y después de más de treinta años de estrecha amistad decidimos separar nuestros caminos. Sin embargo, a veces la vida da unas sorpresas tremendas. Uno/a nunca sabe cuándo terminó una historia. Justo ayer decidía que hablaría de este fuerte, de las horas inventando mil historias dentro y fuera de sus vayas. Y esta mañana, tras años de desconexión,  he encontrado una solicitud de contacto de mi vieja amiga en una red social. Le he preguntado, cómo no, por el fuerte (entre otras cosas, por supuesto). No lo conserva, pero sus recuerdos son tan vivos como los míos. Y su respuesta, no podía ser otra: “Qué bien lo pasábamos”.

Raquel Querol.
Barcelona.
Hola.
Desde Valencia (España)
Quisiera hacer mi aportación sobre juguetes. En este caso la experiencia es con mi sobrino Marcos. Tenía 4 o 5 años y disponibilidad de jugar con muchos juguetes ya que en mi familia él y su hermana eran los primeros sobrinos. El caso es que durante mucho tiempo estuvo jugando con algo que realmente no estaba "pensado" como juguete (coleccionable para adultos). Era una colección de tarjetas sobre coches. Por una cara aparecía la fotografía y por el anverso las características.. Velocidad, aceleración, año etc...Creo recordar que mi hermano tendría como unas 50 o así. Cuándo el niño las descubrió ya no hacía caso a ningún juguete más.
Cada día me sorprendía con una nueva propuesta:
Las fichas ordenaba por los colores de los coches.
Descubrió que habían varios repetidos (¡¡son iguales tia!!)
Los coches que más le gustaban.
Este corre mucho/ no corre mucho
Los antiguos, los modernos.
Cuándo se hizo un poco más mayor las dividía en dos montones y por orden sacaba una de cada montón, escogiendo una característica del anverso los comparaba por ejem velocidad y el que ganaba, se quedaba con la tarjeta así sucesivamente.. El juego terminaba cuando después de una ronda se contaban y el ganador era el que se había quedado con más fichas. De éste jugamos con muchas variaciones.

Estuvo muchas horas entretenido con aquella colección, lo que más le gustaba era explicar lo que había aprendido con mi hermano o lo que él mismo se inventaba. Creo que no debe quedar ya ninguna..pero no se puede decir que no se les dió un buen uso, durante mucho tiempo.